Antes de tomarse el Palacio Nacional, el 6 de diciembre de 1914, Emiliano Zapata pide a su hermano Eufemio que fuera directamente a la silla presidencial y que no permitiera que nadie se sentara en ella (Se dice que le pidió que la quemara). Para Zapata, el solo hecho de que alguien se sentara en ella tendría fuertes consecuencias ideológicas y simbólicas. Era la representación de todo aquello contra lo que la revolución luchaba: el abuso de poder, la injusticia, la pobreza de su gente.