Aunque no nos demos cuenta o no lo queramos aceptar (por nuestras propias limitaciones), vivimos en un mundo profundamente politizado. La era de la “politización del todo” tal vez.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, define la palabra “politizar” en dos sentidos: dar orientación o contenido político a acciones, pensamientos, etc., que, corrientemente, no lo tienen; inculcar a alguien una formación o conciencia política.

Basta echarle una ojeada a nuestro timeline en Twitter, para ver que nuestros amigos, conocidos, influencers y otros, están o han estado hablando de algún tema con connotaciones políticas. Y que a pesar de no ser una forma de participación “ideal”, nos da al menos algunas pistas sobre la implicación de los ciudadanos en los asuntos políticos más allá de la participación electoral.

En este sentido, la política se ha estado metiendo en todos lados. En lugares donde no sospechábamos siquiera que lo haría. Tanto así, que la política poco a poco se va ganando nuevos significados más incluyente a los tiempos actuales.

Activismo corporativo

De acuerdo al Informe de Latinobarómetro del 2018, los partidos políticos se ubicaron en último lugar con 13% en la percepción de confianza de los latinoamericanos. Lo cual resulta contradictorio ante el paulatino crecimiento del interés en los asuntos políticos.

Esta ruptura ha originado que los ciudadanos estén en una constante búsqueda de líderes que puedan articular sus intereses y llenar el vacío de confianza que han dejado los gobiernos y los políticos.

Es en este sentido, que los CEOs (Chief Executve Officers) se han convertido en agentes y líderes de cambio. De acuerdo al Edelman Trust Barometer 2019, el 76% de los encuestados están de acuerdo con que los CEOs deben liderar el cambio en vez de esperar a que lo haga el gobierno. El mismo estudio señala que 71% de los empleados piensan que es importante que los CEOs se pronuncien sobre asuntos económicos, eventos políticos y crisis nacionales.

La regla general era que no las grandes corporaciones y sus ejecutivos no se involucraran en causas sociales, sin embargo, en los últimos años se ven más ejecutivos tomar partido sobre diferentes temas y causas sociales, lo cual les ha sido positivo para la reputación empresarial.

De acuerdo al consultor en comunicación Pau Solanilla “la reputación ha pasado a ser uno de los activos más preciados en el mundo de las empresas y las organizaciones”. Y en esto influye mucho el papel del CEO. El 15% de la reputación de una empresa depende directamente del CEO, por lo que su activismo debe estar vinculado con la contribución a la sociedad y un comportamiento ético y transparente.

En palabras del CEO de Bank of America, Brian Moynihan “el trabajo del CEO ahora incluye liderar lo que consideramos justo. No es exactamente activismo político, pero supone una acción en temas que van más allá de los negocios”. Pero sí, el negocio también importa.

Tim Cook, CEO de Apple, declare en su cuenta de Twitter en 2015 su rechazo a la aprobación de la Ley de Libertad Religiosa en Indiana, la cual, según algunos, permitía la discriminación hacia parejas del mismo sexo.

Cook recibió el apoyo de otros ejecutivos que presionaron expresando su intención de cancelar inversiones y proyectos empresariales en el Estado como muestra de rechazo a la ley, lo que significó que ser hiciera una revisión y se excluyeran algunos de los artículos más controversiales.

En un estudio publicado por la revista Harvard Business Review, demostraron que las declaraciones de Cook influyeron en la opinión pública y el activismo incrementó la intención de compra de productos Apple, especialmente, en aquellos defensores del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Y aunque también el activismo corporativo puede generar un efecto contrario, no deja de ser importante que las compañías vayan planteándose la necesidad de incluir en sus nóminas a personas especializadas en asuntos públicos que colaboren en el diseño de la estrategia de negocios en los contextos políticos actuales. Es decir, que el activismo corporativo se convierta en parte del plan estratégico de las empresas.

De hecho, todo apunta a que las empresas tengan la necesidad de incluir entre sus ejecutivos a un CGO (Chief Geopolitical Officer), que se encargará de gerenciar el contexto y el impacto de la política en los intereses de los negocios de la compañía trabajando de la mano con los CEOs.

El nuevo activismo corporativo puede interpretarse como el llamado a nuevos liderazgos. Incluso, de ahí han salido presidentes. Pero esto es más grande que la simpleza de generar simpatías para una eventual postulación a un cargo.

La falta de representación y liderazgo de los políticos ha significado que las sociedades depositen su confianza en otro tipo de liderazgo. Que, aunque no los vayan a representar electoralmente, no deja de haber necesidad ciudadana de creer y seguir a un líder. De sentir que alguien, aunque esté fuera, los entiende.

Publicado en: Diario Tiempo Digital – 29.7.19

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