El próximo año 2019, habrá muchas “fiestas electorales” alrededor del mundo. Aunque difícilmente, en estos tiempos de convulsión social, una elección no parece ser motivo para celebrar. La democracia misma, o lo que entendamos de ella, de acuerdo al Informe Latinobarómetro 2018, indica que en Latinoamérica hay una insatisfacción creciente con la democracia disminuyendo de un 44% en 2008 hasta un 24% en 2018.
Sobre esto,concluye el informe que, “las elecciones presidenciales dejaron de ser unainyección de vitalidad segura para la democracia como lo fue en el pasado,dando cuenta de la pérdida producida por los procesos electorales, las opcionesposibles que tiene el ciudadano, y la calidad de la competencia a la luz de lacorrupción de los actores políticos”.
Lospartidos políticos como principales actores de la democraciatambién son desacreditados en el estudio, lo que los ha llevado a fragmentarseen sus estructuras internas y a una crisis de representación. Lo que desencadenaen elecciones de líderes populistas, como hemos visto ya en varios países.
El ambienteelectoral es absolutamente contrario a lo festivo. Los ciudadanos no están paracelebraciones al momento de elegir a sus gobernantes. Tanto es así, que elmismo estudio revela que la indiferencia sobre qué tipo de régimen quieren queles gobierne ha aumentado de 16% en 2010 a 28% en 2018. Aún así, la democraciamantiene un 48% de apoyo sobre cualquier otro régimen.
La primera“fiesta electoral” se vivirá en El Salvador, cuando en el mes de febrero elijaa su presidente. La principal figura de esta elección es el actual alcalde deSan Salvador, Nayib Bukele, quien fue expulsado del Frente Farabundo Martí parala Liberación Nacional (FMLN) el año pasado cuando comenzó a irse en contra delos ideales del partido, pero que al mismo tiempo cautivó a audiencias que eranreacias a la política atacando al tradicionalismo.
Luego delas elecciones salvadoreñas, es el turno de Panamá, Guatemala, Argentina,Bolivia y Uruguay, donde éste último, es el país que se destaca por estar enprimer lugar de los positivos en la mayor parte de los indicadores del informe.
Bolivia tambiénse destaca en el informe con algunos datos que valen la pena conocer: lapercepción de progreso en Bolivia está muy por encima del promedio de todaAmérica Latina, donde un 44% de bolivianos considera que el país estáprogresando; es el tercer país, detrás de Chile y Uruguay que considera que lasituación económica del país es “buena”; y es el país que menos percibe que segobierna para unos pocos en Latinoamérica.
Bolivia yUruguay son dos de los tres países suramericanos que aún mantienen gobiernos deizquierdas navegan en medio del desgaste y el viraje que ha tenido el cono suren los últimos años. El último cambio de dirección fue con la elección deMauricio Macri en Argentina que logró vencer al kirchnerismo en 2015 y a quienle corresponderá mantener el poder después de cuatro años de insatisfacción yuna caída de economía en su último año que puede ser determinante a la hora devotar.
No solo elcontinente americano celebrará “fiestas electorales”. Europa tendrá en mayoelecciones al Parlamento Europeo en donde por primera vez no participará elReino Unido después del Brexit en 2016. La salida del Reino Unido de la UniónEuropea en principio ha provocado un escape presupuestario importante al seruno de los países que más aporte hacía. Además,las elecciones europeas se desarrollarán en un terreno donde predomina eleuroescepticismo y el resurgimiento de un nacionalismo populista, que poco apoco ha ido ganando espacios en los parlamentos de los países miembros.
Y así, la“fiesta” se extiende a otros países europeos, África y Asia, donde además deelegir presidentes y primeros ministros, se elegirán autoridades locales decada país.
Una fiesta es un rito social donde se marca un acontecimiento a modo de celebración. La propia experiencia nos indica que es así. Y entendiendo los procesos electorales como una manifestación directa de la democracia, a la democracia de hoy, entonces una elección no puede ser una fiesta. Otra cosa es el funcionamiento de organismos electorales (que también es cuestionado), pero que una elección funcione como legitimador de la democracia, es lo que queda en duda. Sobre todo, cuando hemos individualizado el concepto de democracia a nuestros propios principios, ideales y prejuicios.
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