El próximo año son las elecciones generales de Panamá. Y en la medida que nos acercamos a la fecha, cada vez son más los que no ven un panorama claro de quienes serán los candidatos. Ni siquiera en los partidos políticos.

Y aunque en política las certezas no existan, el clima electoral a un año de las elecciones generalmente se encontraba en un punto alto. En los partidos y fuera de ellos. Las discusiones de cafés y otros sitios, estaban en su punto. Siempre era sobre lo mismo, quién era el favorito para ganar.

Esto ha cambiado mucho. El clima hoy es frío y nublado y no parece que fuera a mejorar por ahora.  Esta vez no hay candidatos, ni partidos. Lo que hay es incertidumbre y confusión, combinadas con una porción muy grande de desinterés.

Por una parte, los partidos políticos han trasladado toda su actividad a la Asamblea de Diputados casi exclusivamente. En primer lugar, todos los directivos de los partidos políticos son diputados. Por tanto, cualquier declaración o disputa interna, en fin cualquier acción o inacción, será vista como una directa representación de asuntos de partido.

Esto incluye las coaliciones legislativas vistas hoy como alianzas electorales, y aunque no sea necesariamente cierto, es percibido de esta manera por la estrecha relación que tienen los partidos políticos con sus diputados. Relación de control y coacción. De tal forma que la crisis de la asamblea, será la crisis de los partidos.

Una nueva ley electoral rige para las elecciones de 2019. De una ley permisiva, que aplicó para las elecciones de 2014, pasamos a una ley fuerte, blindada y confusa para muchos.

Se aprobaron topes a las donaciones privadas, se estableció un tiempo de campaña y se obligó a candidatos la apertura de cuentas bancarias para mejor uso y fiscalización de las finanzas de las campañas. Son al menos tres novedades de la ley que han dejado más preguntas que respuestas.

La inquietud generalizada en los partidos políticos y aspirantes independientes a diferentes cargos ha generado críticas y acciones legales contra la ley y sus decretos reglamentarios, generando más desconcierto y desconfianza en la política. El riesgo de tener elecciones que se concreten en los tribunales de justicia electoral, no parece una idea muy lejana. La falta de comprensión, el rechazo a lo nuevo y desconocido, es una mezcla muy fuerte para que la campaña electoral se convierta en una campaña electoral judicializada, donde quien cometa un error en el cumplimiento de la ley, puede perder la elección.

Entre la insatisfacción y perplejidad de los ciudadanos, se mezcla la corrupción para agravar la confusión. La corrupción puede tener o no efectos sobre la decisión de voto, pero esto dependerá de diversos factores. Desde las propias características del escándalo (tipo y gravedad, identidad de las personas involucradas y cobertura de medios), contexto en el que se da el escándalo y con las actitudes de los votantes (si son o no miembros de partidos políticos, principios morales, etc.)

De acuerdo al Índice de Transparencia Internacional de 2017, en una escala de 0-100, donde 0 es altamente corrupto y 100 es nada corrupto, Panamá tiene un puntaje de 37, debajo de la media que es 43. No muy diferente a años anteriores donde no varía mucho.

De acuerdo al politólogo panameño Harry Brown, en su exposición en el 9° Congreso Latinoamericano de Ciencia Política en Uruguay, en 2014 hubo el porcentaje más alto de diputados reelectos desde la transición a la democracia, cuando lograron reelegirse 39 diputados (de 71) 54% del total.

No solo el clientelismo explica esto, aunque pueda ser la razón más obvia. Otras hipótesis como el intercambio implícito (robó, pero hizo), es una retribución y agradecimiento a las obras y proyectos que se hayan hecho. La visión distorsionada de la realidad cuando reprochamos un acto dependiendo de quien lo haga (afiliación partidista). Esto crea una disonancia cognitiva cuya reacción natural para atenuar la disonancia es la negación o exculpación del acto. Y por último la información juega un papel importante en la percepción de corrupción. Si no hay información, la corrupción no existe. Y no bastará con suponer que todos lo sean, porque la polarización tampoco favorece a la credibilidad y al interés del público.

Posiblemente no serán estos los únicos motivos, pero sí que son importantes al momento de analizar el entorno político y social del momento. La versatilidad de la sociedad de hoy, y de siempre, dificulta la posibilidad de aterrizar ideas políticas fijas. Todo es cambiante. Y para actuar, primero hay que entender.

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