En ocasión de su visita a Panamá para la instalación de la Comisión Nacional de Reformas Electorales, el ex vicepresidente de Colombia, Humberto de la Calle, manifestó que “hay un entorno que no coincide con la estructura institucional… La clásica democracia representativa no ha podido adaptarse aún. Estamos en un momento de transición para encontrar formas más incluyentes de política. No podemos cerrarle el paso al cambio”.
Democracia optimista
Mantener una actitud positiva se ha convertido en toda una hazaña en estos tiempos. Basta con abrir un grupo de Whatsapp de familia o amigos y leer las conversaciones, abrir una imagen o video para caer en una profunda consternación sobre los asuntos del mundo o para no irnos tan lejos, del barrio donde vivimos.
Promesa constitucional
El mecanismo tradicional de representación se trata básicamente en electores escogiendo candidatos basados en promesas durante la campaña electoral. Promesas que representan señales para los votantes de cómo será el candidato ante la eventual victoria y gestión de gobierno.
¡Política sin soberbia por favor!
“Por su orgullo cae arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinados”. Así describe John Milton en su libro “El Paraíso Perdido” la caída del cielo de Lucifer.
Aunque Lucifer no cayó, sino que fue echado. Fue expulsado por Dios por la soberbia que lo caracterizó al creerse que podía ser semejante a él y rebelársele. Para el catolicismo, la soberbia es uno de los siete pecados capitales. El más grave de todos. De la soberbia se deriva el pecado original y es la principal fuente de los demás pecados.
Y si a Lucifer que es un ángel la soberbia no le funcionó para su objetivo, ¿qué le hace pensar los políticos que a ellos sí?
El filósofo Fernando Savater consideraba que “la soberbia es el valor antidemocrático por excelencia. Los griegos condenaban al ostracismo a aquellos que se destacaban y empezaban a imponerse a los demás. Creían que así evitaban la desigualdad entre los ciudadanos. Pensaban: Usted, aunque efectivamente sea el mejor, tiene que irse porque no podemos convivir con un tipo de superioridad que va a romper el equilibrio social”.
Hacer política desde el a soberbia (como sinónimo de fuerza) se aleja mucho de la política del siglo XXI. De las nuevas estructuras de poder. Que no es el poder desde una silla en un parlamento. Ni un poder de mano fuerte propio del autoritarismo. Sino de un poder colegiado
El poder en sí mismo está cambiando y cada vez es más difícil de ejercer, moviéndose de un lugar a otro donde la soberbia ni la arrogancia tienen espacio. Y si se cuelan, las echan.
Nos hemos creído y acostumbrado a la idea de que el liderazgo fuerte es el mas deseado y exitoso. Pero en la realidad de hoy esto no es así. Un líder que acumula (o pretende acumular) el máximo poder para obtener resultados con mucha certeza caerá en el error. No hay una correlación positiva entre un liderazgo fuerte y un liderazgo eficaz y bueno.
“Hace falta voluntad para hacer las cosas” se escucha por ahí. Y es cierto. Y esa ausencia de voluntad es al mismo tiempo abundancia de orgullo, arrogancia y prepotencia. Es no ceder, no reconocer debilidades y errores.
La soberbia hace a la política inmóvil. Sin proyectos, ni metas. Solo encaminada al egoísmo y a la soledad del poder.
La función de un líder político es ser el conductor social y un modelo a seguir. Quien invita y motiva a otros a seguir un camino.
A la política le hace falta una dosis de mesura, humildad y prudencia. Valores que debieran convertirse en hábito de los líderes políticos. Valores que representan una forma de ser, ver y vivir el ejercicio de la democracia, a través de la reflexión y la escucha.
Publicado en: Diario Tiempo Digital MX (22.10.19)
La política omnisciente
No hay política sin relato. Eso es un hecho. Y a pesar de que se crea que las nuevas formas de comunicación política la desfiguren; la reduzcan a solo un producto, el relato político es la forma, tal vez la única, en la que podamos entenderla. Cada quien a su manera por supuesto. Desde el marco de donde se mire.
100 días de gobierno
El recuerdo de las elecciones del 5 de mayo aún está fresco para muchos, y ya estamos en los primeros 100 días del gobierno del “nuevo” presidente.
En una elección donde lo más claro fue el rechazo al gobierno de turno y a su partido; el rechazo a prácticas “extralegislativas” de diputados y diputadas y a unos resultados presidenciales estrechos; difícilmente podemos ver con claridad si las expectativas hacia el nuevo presidente eran altas o bajas.
Los CEOs como nuevos activistas políticos
Aunque no nos demos cuenta o no lo queramos aceptar (por nuestras propias limitaciones), vivimos en un mundo profundamente politizado. La era de la “politización del todo” tal vez.
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El mito del superhéroe en la política
En 1949, el mitógrafo estadounidense Joseph Campbell publicaría el libro El Héroe de las Mil Caras, Psicoanálisis del Mito, que se centra en el monomito del viaje del héroe a través de un mismo patrón narrativo. Según Campbell, el héroe para por tres ciclos o aventuras similares en todas las culturas: separación, iniciación y retorno. Tres coincidencias entre diversos mitos, pasajes religiosos, leyendas, tradiciones y sueños personales, presentadas como manifestaciones de la mente humana encaminadas a representar y resolver algunos dilemas nuestra especie.
El taburete presidencial
Antes de tomarse el Palacio Nacional, el 6 de diciembre de 1914, Emiliano Zapata pide a su hermano Eufemio que fuera directamente a la silla presidencial y que no permitiera que nadie se sentara en ella (Se dice que le pidió que la quemara). Para Zapata, el solo hecho de que alguien se sentara en ella tendría fuertes consecuencias ideológicas y simbólicas. Era la representación de todo aquello contra lo que la revolución luchaba: el abuso de poder, la injusticia, la pobreza de su gente.
La derrota electoral como activo político
Hace un tiempo, conversando con una persona de un equipo de campaña de un candidato que recientemente había perdido una elección, cuando le pregunté qué le había enseñado esa elección, me dijo: “No aprendí nada nuevo de esta campaña… al menos nada que ya no supiera”.
El elemento más distintivo de la democracia es la elección. Y las elecciones son un gran océano lleno de tiburones donde muchos (la mayoría) se tiran voluntariamente solo para morir. Y para quienes no saben gestionar derrotas y fracasos (también falta de madurez política), esta es la respuesta esperada. Y no la culpo. Las derrotas no son fáciles y toman tiempo superarlas. Pero las derrotas también pueden convertirse en oportunidades de cambio, renovación y crecimiento.
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